Capitulo 46 Akeisha
Akeisha caminaba por la calle principal del pequeño pueblo con su característico andar felino. Los hombres la miraban con lujuria, las mujeres con celos, los jovenes con curiosidad, los viejos con nostalgia, pero todos giraban la cara a verla pasar. Sus curvas y su sensualidad eran conocidas de todos. Las mujeres le echaban la culpa de todo lo que pasaba en el pueblo, su nombre era comidilla diaria en cada conversación.
Ella estaba acostumbrada, llevaba pocos años viviendo en el pueblo. Sabía que no había nadie como ella y no estaban acostumbrado a su belleza y voluptuosidad y se aprovechaba de ello, cada hombre hacia sus deseos.
Su casa a un costado del pueblo también era la mejor, más grande y mejor amueblada. Un Van Gogh recibía sus invitados en la sala acompañado de un juego de sala Luis XV. No sólo era hermosa, tenía dinero y buen gusto, algo que junto con su inteligencia, también intimidaba a quien la confrontara.
En el pueblo cada 2 o 3 meses desaparecía alguien, siempre jóvenes. La población sospechaba de ella, pero la policía nunca encontró pruebas, su casa estaba inmaculada siempre que alguien se presentó. Por eso, al aparecer un cadáver en una esquina del pueblo, Akeisha fue la primera sospechosa. El cadáver estaba completamente destrozado, desfigurado, las vísceras afueras y con marcas de garras
Con su andar y modos felinos, hasta su mirada parecía leonil, en seguida fueron a buscarla. La policía se presentó en su casa, registraron todo, ella miraba impasible como rompían cosas. Por supuesto que no encontraron nada, pero de todas formas se la llevaron detenida mientras llevaban a cabo la investigación. La mente humana tiene una inquietante manía de culpar de sus problemas a lo que temen o no entienden, y Akeisha era un claro ejemplo de ello.
Al otro día, estando todavía retenida, apareció otro cadáver en similares condiciones. Su inocencia era indiscutible, la soltaron y llevaron hasta su casa, disculpas incluidas.
La investigación no arrojó nada y quedó estancada, no apareció otro cadáver ni pistas y la gente se fue olvidando. 27 días después volvió a encontrarse otro cadáver similar. El pueblo estaba aterrado, era indiscutible que había un asesino serial y era brutal, pareciera ser un animal por las marcas de garras.
Esa noche, los pobladores recorrían el pueblo calle por calle con linternas y antorchas, armados con lo primero que encontraron a mano. Uno de los grupos vio una sombra escabullirse dentro de un almacén abandonado y la siguió. Al entrar oyeron un aullido y vieron un joven que se retorcia en el piso convirtiéndose en lobo delante de ellos. Gritaron asustados, el pelo se les erizo en la nunca, un hombre lobo en la vida real, delante de ellos. Ahora la amenaza de Akeisha parecía ridícula.
Al oír los gritos llegó el resto del pueblo. A duras penas y con mucho esfuerzo y golpes de palos pudieron dominar al lobo. Lo llevaron hasta una celda y lo arrojaron hasta el otro día mientras decidían que hacer. En la Iglesia todos gritaban y gesticulaban, cada uno tenía su propia idea de que harían con el. Había desde quien queria colgarlo en la plaza hasta el cura que clamaba por buscarle ayuda médica. Era una criatura de Dios, sólo estaba enfermo, decía. Pero alguien faltaba en esa reunión.
Al amanecer y ocultarse la luna, el joven lobo volvió a su forma humana. De pronto se encontro solo y desnudo en una celda. Mientras trataba de orientarse y ver que habia pasado, sintio un aire frío en la nuca. Se viro asustado y se encontró frente a frente con Akeisha.
- Así que tu eres quien está matando mi ganado- le increpo
- ¿Tu ganado?- preguntó el joven sin entender
- Si, este pueblo es mi coto de caza, y ustedes mi ganado- respondió Akeisha.
Dicho esto, abrió una boca digna de un tiburón o de un león, imposible para un humano. Más de 100 dientes la adornaban. En sólo dos bocados se tragó al joven entero, sin dejar ni rastro y salió de la cárcel igual que como entró, sin huellas y sin que la vieran. Ya lejos y en un callejón abandonado. Idiotas humanos, no pueden ser libres si dejan pruebas de sus actos. Dijo para si mientras escupia la ropa del joven dentro de un tanque de basura.
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