Capítulo 47 Sin esperanza

 Roberto estaba tranquilo, callado, pensando. Recordó hace 2 años cuando le diagnosticaron aquella enfermedad. Un dolor había ido aumentando en su espalda hasta hacerse intolerable. Sus familiares y amigos lo habían convencido de ir al médico. Era una persona alérgica a los hospitales, nunca le gustaron. Si tenía un dolor, una herida, eso pasa sólo, sólo se cura, decía siempre y siempre tuvo razón. Hasta ese día, el dolor llevaba más de un mes y no se iba, al contrario, empeorará por día. 

Decidió hacer caso y fue al médico. Dos días después fue a buscar los análisis y el resultado. El médico que lo recibió no tenía buena cara, recordó que fue lo primero que pensó. Lo sentó y cogiendo sus análisis le dijo muy serio, tenemos malas noticias. Se le erizo el pelo y se dispuso a esperar lo peor. Hemos detectado una masa creciendo cerca de su columna, hay que operar urgente. Recordó respirar aliviado, y pensar que pudo ser peor.

Dos meses después, ya operado, lo visitó el doctor. Me temo que las noticias son peores de lo que imagine, le dijo, el tumor es cancerígeno y se ha extendido, sacamos la mayor parte pero no pudimos hacer más nada. Aproveche el tiempo que le queda para despedirse, no sabemos cuantos meses le quedan.

Roberto sintió que su mundo se hundía, siempre fue ateo, pero lo primero que pensó fue en Dios, porque le hacía eso. Con sólo 43 años no era una hombre viejo, le quedaba mucho por hacer. Sus hijos ya estaban graduados y casados, por lo menos pude verlos crecer, pensó.

Lo primero que hizo al salir del hospital fue ir a la Iglesia, si es real no hay nada que perder, si no es real tampoco. Poco a poco fue aprendiendo religión. Dividió su tiempo entre su familia y ella.

Los últimos meses fueron horribles, dolores insoportables e inyecciones de morfina era su rutina. Cuando la muerte lo sorprendió estaba preparado, vendrían a buscarlo, la luz al final del túnel lo esperaba.

La realidad fue más cruda. Nada de lo que lo escucho o leyó en la Iglesia se había cumplido. Llevaba una semana encerrado en una caja 2 metros bajo tierra. Nadie había venido, sólo los insectos y gusanos lo acompañaban. Es muy triste descubrir que toda la religión es un engaño y no poder salir y gritarlo. Se llevaría su secreto a la tumba, bueno, ya se lo había llevado.




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