Capítulo 103 Carniceria
Venía tan entretenido que el golpe brusco me sorprendió. El susto me trajo de regreso a la realidad, haciéndome frenar bruscamente. Había tenido un mal día en el trabajo, un pequeño error en un número había hecho que mi informe quedará mal, y toda la compañía podría pagar las consecuencias al perder un contrato importante. Me bajé del auto, la carretera estaba oscura y desierta a esa hora. Lentamente caminé hacia el frente, esperando encontrarme lo peor. Si, el peor dia de mi vida habia empeorado mas todavía. El hombre estaba tirado en la calle, casi debajo del auto, sin señales de vida y grandes cantidades de sangre manando de el.
Que estaba muerto era obvio. Me senté en el frío pavimento con las manos en la cabeza, mi vida terminó, pensé.
Después de unos minutos, que parecieron siglos, tuve una idea. Cerca de mi casa hay una carnicería y casi siempre dejan la masa de carne troceada descongelandose durante la noche para que este lista en la mañana y así hacer hamburguesas y croquetas fácilmente. No lo pensé dos veces, puse el cuerpo en el asiento trasero y limpie el frente del auto lo mejor que pude.
Manejé por los lugares menos concurridos hasta llegar a la carnicería. Encontre una ventana por donde colarme y entre. Por suerte para mi, todo estaba como siempre. Ahi estaba sobre una meseta, la carne troceada descongelandose. Cargué el cadáver hasta la moledora industrial y lo introduje. Cuando encendí la máquina, el cadáver abrió los ojos y me dijo: ¿Que hicistes?. Pegué un brinco enorme, pero ya no había vuelta atrás, lo aguante firme y verifique su troceado. Al finalizar, mezcle las carnes y salí, dejando todo el lugar como lo había encontrado. Sólo que la masa de carne para hamburguesas del día siguiente había aumentado 150 lb.
A la mañana siguiente cuando me levante otra cara que no era la mía me miraba desde el espejo diciéndome: ¿Que hicistes?.
Aún hoy, 5 años después, nadie me cree. Estoy encerrado en un psiquiátrico, hace mucho tiempo que no he visto mi cara, ya ni me acuerdo como luzco, siempre es otra cara que me observa y dice: ¿Que hicistes?.
Pero nadie me cree.
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